miércoles, 11 de julio de 2012

VERÓN, Eliseo. Semiosis de lo social. Fragmentos de una teoría de la discursividad. España, Gedisa, 1996, 235p.


La semiosis social. Eliseo Veron

El Sentido como producción discursiva

Los fenómenos de sentido deben concebirse como apareciendo, por un lado, siempre bajo la forma de conglomerados de materias significantes; y como remitiendo, por otro, al funcionamiento de la red semiotica conceptualizada como sistema productivo. El acceso a la red semiotica siempre implica un trabajo de analisis que opera sobre fragmentos extraidos del proceso semiotico, es decir, sobre una cristalizacion (resultado de la intervención del analisis) de las tres posiciones funcionales (operaciones-discurso-representaciones). Se trabaja sobre estados, que solo son pequeños pedazos del tejido de la semiosis, que la fragmentacion transforma en productos. La posibilidad de todo analisis del sentido descansa sobre la hipótesis según la cual el sistema productivo deja huellas en los productos y que el primero puede ser reconstruido a partir de una manipulación de los segundos (analizando productos, apuntamos a procesos).

La teoria de los discursos sociales es un conjunto de hipótesis sobre los modos de funcionamiento de la semiosis social. Por semiosis social entendemos la dimension significante de los fenómenos sociales: el estudio de la semiosis es el estudio de los fenómenos sociales en tanto procesos de producción de sentido. Una teoria de los discursos sociales reposa sobre una doble hipótesis:
a)      Toda producción de sentido es necesariamente social: no se puede describir ni explicar satisfactoriamente un proceso significante sin explicar sus condiciones sociales productivas
b)      Todo fenómeno social es, en una de sus dimensiones constitutivas, un proceso de producción de sentido (cualquiera que fuera el nivel de analisis)
Todo funcionamiento social tiene una dimension significante constitutiva. Pero la hipótesis inversa es igualmente importante: toda producción de sentido esta insertada en lo social.

Esta doble hipótesis es inseparable del concepto de discurso: esta doble determinación puede ser puesta en evidencia a condicion de colocarse en el nivel de los funcionamientos discursivos. Este doble anclaje, del sentido en lo social y de lo social en el sentido, solo se puede develar cuando se considera la producción de sentido como discursiva. Por lo tanto, solo en el nivel de la discursividad el sentido manifiesta sus determinaciones sociales, y los fenómenos sociales develan su dimension significante.

Toda producción de sentido tiene una manifestación material. Esta materialidad del sentido define la condicion esencial, el punto de partida necesario de todo estudio empirico de la producción de sentido. Siempre partimos de paquetes de materias sensibles investidas de sentido que son productos; con otras palabras, partimos siempre de configuraciones de sentido identificadas sobre un soporte material (texto lingüístico, imagen, etc) que son fragmentos de la semiosis. Cualquiera que fuere el soporte material, lo que llamamos un discurso o un conjunto discursivo no es otra cosa que una configuración espacio temporal de sentido.

Las condiciones productivas de los discursos sociales tienen que ver, ya sea con las determinaciones que dan cuenta de las restricciones de generacion de un discurso o de un tipo de discurso, ya sea con las determinaciones que definen las restricciones de su recepcion. Llamemos a las primeras condiciones de producción y, a las segundas, condiciones de reconocimiento. Generados bajo condiciones determinadas, que producen sus efectos bajo condiciones tambien determinadas, es entre estos dos conjuntos de condiciones que circulan los discursos sociales. Un objeto significante dado, un conjunto discursivo no puede jamas ser analizado en si mismo: el analisis discursivo no puede reclamar inmanencia alguna. La primera condicion para poder hacer una analisis discursivo es la puesta en relacion de un conjunto significante con aspectos determinados de esas condiciones productivas. El analisis de los discursos sociales no es otra cosa que la descripción de las huellas de las condiciones productivas en los discursos, ya sean las de su generacion o las que dan cuenta de sus efectos.

A los inmanentistas les decimos que el analisis discursivo no es ni puede ser interno porque ni siquiera podemos identificar lo que hay que describir en una superficie discursiva, sin tener hipótesis sobre las condiciones de productivas. Cuando analizan un texto estan necesariamente poniendolo en relacion con algo que no esta en el texto, aunque ese algo no se formule.

Un objeto significante, en si mismo, admite una multiplicidad de analisis y lecturas; por si mismo, no autoriza una lectura antes que otra. Solo deviene legible en relacion con criterios que se deben explicitar y con las condiciones productivas del objeto significante analizado (sea en producción o en reconocimiento).

A los partidarios del analisis puramente externo les decimos que el analisis discursivo no es externo porque para postular que alguna cosa es una condicion productiva de un conjunto discursivo dado, hay que demostrar que dejo huellas en el objeto significante, en forma de propiedades discursivas. Un discurso no refleja nada; el es solo punto de pasaje del sentido.

Los objetos que interesan al analisis de los discursos no estan, en resumen, en los discursos; tampoco estan fuera de ellos. Son sistemas de relaciones que todo producto significante mantiene con sus condiciones de generacion por una parte, y con sus efectos por la otra.

En la semiosis, tanto las condiciones productivas cuanto los objetos que nos proponemos analizar contienen sentido. Entre las condiciones productivas de un discurso hay siempre otros discursos.

Las relaciones de los discursos con sus condiciones de producción por una parte, y con sus condiciones de reconocimiento por la otra, deben poder representarse en forma sistematica; debemos tener en cuenta reglas de generacion y reglas de lectura: en el primer caso hablamos de gramaticas de producción y en el segundo, de gramaticas de reconocimiento.

Las reglas que componen estas gramaticas describen operaciones de asignación de sentido en las materias significantes. Estas operaciones se reconstruyen (o postulan) a partir de marcas presentes en la materia significante. Se puede hablar de marcas cuando se trata de propiedades significantes cuya relacion, sea con las condiciones de producción o con las de reconocimiento, no esta especificada. Cuando la relacion entre una propiedad significante y sus condiciones se establece, estas marcas se convierten en huellas de uno u otro conjunto de condiciones. Estos dos conjuntos no son jamas identicos: las condiciones de producción de un conjunto significante no son nunca las mismas que las del reconocimiento. No hay, por el contrario, huellas de la circulación: el aspecto circulación solo puede hacerse visible en el analisis como diferencia entre los dos conjuntos de huellas, de la producción y del reconocimiento.

Tanto desde el punto de vista sincronico como diacronico, la semiosis social es una red significante infinita. En todos sus niveles, tiene la forma de una estructura de encastramientos. Tomemos como ejemplo discursos sociales constituidos de materia lingüística escrita.

En la medida en que siempre otros textos forman parte de las condiciones de producción de un texto, todo proceso de producción de un texto es, de hecho, un fenómeno de reconocieminto. E inversamente, un conjunto de efectos de sentido, expresado como gramatica de reconocimiento, solo puede manifestarse bajo la forma de uno o varios textos producidos. En la red infinita de la semiosis, toda gramatica de producción puede examinarse como resultado de determinadas condiciones de reconocimiento; y una gramatica de reconocimiento solo puede verificarse bajo la forma de un determinado proceso de producción: he ahí la forma de la red de la producción textual en la historia. Estas gramaticas no expresan propiedades en si de los textos; intentan representar las relaciones de un texto o de un conjunto de textos con su mas alla, con su sistema productivo (social). Este ultimo es necesariamente historico.

La estructura de esta red discursiva esta hecha de relaciones triadicas tejidas unas a otras; se la podria representar bajo la forma de un grafico (infinito) compuesto por Terceridades. Fijandonos en un punto de la red, vale decir identificando un discurso de referencia (D1), las relaciones de un discurso con sus condiciones productivas se pueden representar de la siguiente manera:


P (D1) designa las condiciones de producción de (D1); R (D1) las condiciones de reconcocimiento de D1). Como puede verse, se trata de dos relaciones triadicas con dos puntos comunes (D1) y (O1). Este modelo de unidad minima de la red discursiva contiene dos veces el grafico triádico de Peirce. Considerado en relacion con sus condiciones de producción, (D1) es el interpretante de estas condiciones, y es solo en esta medida que constituye a (O1) como su objeto. Considerado en relacion con sus condiciones de reconocimiento, por otro lado, (D1) es signo de su objeto y R (D1) deviene el interpretante, dentro de la relacion triadica.

¿Es posible salir de la red interdiscursiva? Si, de alguna manera: es en todo caso la pretensión del analista de los discursos sociales. Salir de la red, en relacion con relaciones interdiscursivas determinadas, quiere decir: tomar los discursos que ocupan posiciones determinadas en la red como objetos.

lunes, 28 de marzo de 2011

Apunte Gestalt

apunte Gestalt

domingo, 19 de diciembre de 2010

FOBA TN FINAL

Aprender a escuchar

Reflexiones
Aprender a escuchar
Por Susi Mauer

La Nación, Domingo 19 de diciembre de 2010 | Publicado en edición impresa

El lenguaje nos define y diferencia del resto de los animales. Como bien decía F. Dolto, "el bebe humano es un ser de lenguaje". La palabra, su materia prima, no habita solamente en el habla. El acto de hablar le da vida al lenguaje, lo hace viable, sonoro, lo lanza al terreno de la comunicación, del intercambio.
Es en el encuentro con el otro donde la palabra conquista su verdadero sentido. Y si en el otro no se encuentra la actitud de escuchar, sólo habrá voces, palabras en riesgo de convertirse en ruido. Pese a tratarse de uno de los cinco sentidos, la audición no se conquista naturalmente. Se trata, sobre todo, de un entrenamiento que involucra la crianza, la convivencia y la comunicación.
No nos escuchamos y, peor aún, no nos preocupamos demasiado por ello. Es éste el punto inquietante: la sordera de los oyentes.
El acceso del niño al habla está mucho más jerarquizado como logro que el don de la escucha. Seguir de cerca el proceso de adquisición de la lengua es, sin duda, apasionante. Las primeras palabras conmocionan. Y de allí en más, las redes de esos monosílabos iniciales van tejiendo la malla del lenguaje. El habla del niño va ganando fluidez, pero no necesariamente sucede algo análogo con su posibilidad de escuchar. Los escenarios de la vida actual complejizaron más aún esta realidad. Vayamos a un ejemplo, el de la telefonía adherida al cuerpo. En la última década, el pulso urbano ha cambiado sus ruidos de fondo. Ya no sólo molestan los bocinazos impacientes o los caños de escape aturdidores. El ruido de los teléfonos celulares interrumpe irrespetuoso en todo momento, en cualquier lugar, sin pedir permiso, sin pudor que lo inhiba, sin algo que lo detenga. La tecnología ha ampliado enormemente los alcances de la comunicación, pero también, en cierto sentido, los ha subvertido. El uso indiscriminado, y hasta nocivo, de la telefonía móvil hace más difícil aún nuestra ya escasa posibilidad de escucharnos. Por supuesto que el riesgo no lo aporta la tecnología y sus alcances; tampoco, su uso. Lo importante es cómo decidimos demarcar, desde nosotros mismos, cuándo estamos dentro, o fuera, del "área de cobertura". Solemos ser bastante maleducados para usarlo, hasta grotescos en ocasiones, y vamos deslizándonos hacia una dependencia creciente que no contempla ni al entorno, ni al interlocutor que nos acompaña, ni tampoco a nosotros mismos. Los encuentros son interrumpidos en forma intermitente, perdiendo los diálogos fluidez y naturalidad. El gesto de bajar la vista mirando al propio ombligo para leer disimuladamente un mensaje, o tipear a toda velocidad una respuesta, se nos impuso como un tic nervioso (uno es consciente de lo que le ocurre, pero no puede evitarlo). Alarmas disonantes, ringtones, rebuznos en tono vibrador, suenan en escenarios insospechados: en medio de un concierto, dentro de un baño público, en una charla de amigos en el bar.
En tal bullicio, perdemos registro de cuánto se perturba la comunicación humana. Como dice Santiago Kovadloff, "el ruido triunfa donde no deja oír... el ruido inhabilita siempre a su oyente".
Decir y hablar son imprescindibles pero no suficientes para que la comunicación se entable. Escuchar es una manera de interesarse por el otro. Es registrar que hay otro a quien prestar atención, a quien ofrecer atención. Recién en ese encuentro el lenguaje se torna una experiencia de intercambio, una experiencia de convivencia.
revista@lanacion.com.ar

La autora es psicoanalista; autora, junto con Noemí May, del libro Desvelos de padres e hijos. Emecé

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